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Luz Masonica

Creciendo en el Camino Masónico

El Muy Ill..... Hno... Rosario G. Menocal 33o

La meta de la Masonería, la perfección de la Humanidad, solo puede ser alcanzada por los caminos de Acción y Deber.

Mientras que miramos atrás en la vida, recuerdos de experiencias vividas durante la infancia, adolescencia, y adultez brillan frente a nuestros ojos. Aun así, cómo se produjo de segundo a segundo el proceso de crecimiento y madurez y cómo ocurrió la expansión del entendimiento, escapa nuestra percepción. Parecen una serie de etapas vividas; los frutos de cada una siendo apreciadas en la luz de la siguiente etapa. Mientras que vivimos, no comprendimos la relevancia de lo particular en el futuro; el proceso de crecimiento en curso. Aun así, mientras que miramos atrás, el enlace es evidente. La mayor parte del camino ha sido mayormente doloroso en nuestras múltiples actividades, pues ha habido una falta de comprensión de la congruencia de los pasos que se deben dar: uno por uno. La Masonería provee, para el buscador de la Luz, un único entrenamiento que, si es tomado seriamente, lo obliga a recorrer el camino - comenzando desde donde se encuentra ahora al unísono con el Plan Divino. Necesitamos comprender el significado de la vida y de nosotros mismos, y aprender a reconocer y superar los obstáculos que impiden nuestra visión. Pues el hombre debe ser Feliz y poseer la paz interior que es el fruto del deber cumplido. Despertar esta conciencia de unidad, en nosotros mismos y con el todo, es la meta de la Masonería. De ahí la importancia del crecimiento logrado mediante el deber bien hecho.

Pasando por las etapas de A., C., M.M., y como oficiales de una Logia, se le brinda la oportunidad a cada hermano para desarrollar sistemáticamente los aspectos de sí mismo. Cada etapa en la Masonería tiene obligaciones bien definidas; que cuando se reconocen y se cumplen rinden frutos de crecimiento. Este es el "por qué" de los grados delineados cuidadosamente y las responsabilidades prescritas de los oficiales. Pues el enlace perfecto hace posible, cuando cada etapa u oficio es tomada y vivida seriamente, una expansión gradual de conciencia y de interacción, formando así a todo hombre para una vida más plena. Nuestro ritual es un reflejo del orden perfecto subyacente al Plan Divino. En nuestro trabajo masónico, somos nosotros, como individuos, los que no llegamos a hacer lo que debería hacerse. El primer deber de un Mason es entender qué significa esto realmente y qué parte es su responsabilidad individual dentro de la totalidad de la obra. Tomamos a la ligera obligación tras obligación, que se hacen de modo etéreo y se supone que deben tomarse con plena conciencia.

Yo, como Maestro, tengo una doble responsabilidad. Hay un aspecto interior y exterior que no se puede pasar por alto. La obligación de planificar el trabajo antes de la reunión, ver que sea conducida en debida forma, instruir a los hermanos en el Arte, y seguir los asuntos de la Logia durante todo el mes forma parte de mi trabajo actual. En el plano interior, es mi deber intentar realizar, tanto como sea posible, el significado intrínseco del oficio, y las cualidades que debo desarrollar en esta posición. Debo preguntarme a mí misma: ¿Que significa ser un maestro? ¿Estoy cumpliendo con mi trabajo? Cada uno de nosotros que tiene un oficio debe lidiar con esta dualidad. Cada uno se debe preguntar a si mismo si está haciendo su parte.

Cada posición guarda un secreto para aquel que es capaz de develarlo; cada uno produce el fruto que contiene la semilla del siguiente. Cada etapa en la Masonería es una oportunidad y un privilegio que nos ha sido otorgado. ¿Nos damos realmente cuenta de esto?

Habrá días en los que nos convocarán y nos sentiremos perezosos y con flojera. Si nos damos una oportunidad, abundarán las excusas. La inercia se impone; así, la negligencia de lo que es nuestro deber pasa desapercibida, y lo que es parte de nuestro trabajo no lo hacemos nosotros. Recordemos, que asumir la responsabilidad de un oficio antes y después de una reunión, es lo que importa; pues la mayoría de nosotros, con un poco de práctica, podemos llevar a cabo la parte ceremonial. Es entonces, cuando las cosas se ponen difíciles, cuando el entrenamiento masónico es más efectivo. Somos puestos a prueba, y si nos lo tomamos en serio, nos impulsa a flexionar nuestros músculos y hacer nuestra parte. Una de las funciones del trabajo ceremonial es entrenar al hombre en el cumplimiento de sus deberes sin importar cuáles son sus inclinaciones en ese momento en particular. Sus sentimientos pasan a un segundo plano después de los deberes que le sobrevienen. Por medio de la acción, fortalece el poder de su voluntad y aprende a superar. El desenvolvimiento de su voluntad, y la fortaleza para permanecer en el camino escogido, son claves para superar los obstáculos que se le presentarán a lo largo de la senda de su vida.

La Masonería tiene una meta: la Perfección de la Humanidad. Su Camino es de Acción; su medio es el Deber. Hermanos, podremos hacer poco o mucho, respectivamente; si permanecemos sujetos a la Ley, progresaremos en nuestro Arte Masónico. Esto se hace evidente en las herramientas de trabajo personales que cada uno lleva consigo y con las cuales talla su vida.

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